lunes, 4 de enero de 2016

MUSICA Y ARQUITECTURA: LOS TEATROS LIRICOS CAP. I


CAPITULO I
Introducción, los orígenes de la ópera. Los primeros teatros líricos, siglo XVII. Consolidación de la ópera en Italia, los grandes teatros de la península, la solución técnica definitiva, el siglo XVIII. Teatro San Carlo de Nápoles,  el Teatro alla Scala de Milán y La Fenice de Venecia.
A modo de introducción al tema que nos ocupa, debemos remitirnos a los orígenes mismos de la ópera en la Florencia renacentista. Un grupo de intelectuales, fundamentalmente músicos y poetas como Ottavio Rinuccini, que será el primer libretista de ópera, Giulio Caccini laudista y cantante de madrigales, Jacopo Peri virtuoso organista y clavecinista, o Vincenzo Galilei estudioso e investigador del arte griego y eximio instrumentista de laúd, todos ellos, formarán la Camerata Fiorentina. De este cenáculo surgirán ideas nuevas sobre el teatro y la música que dejan atrás la expresión polifónica del madrigal.
Jacopo Peri
 

La ópera Dafnae, con poemas de Rinuccini y música de Peri, inició el movimiento que habría de alcanzar colosales dimensiones. Dafnae se estrenó en el palacio Corsi en 1597.


En diciembre del 1600  con motivo de los festejos por la boda de la real pareja formada por Enrrique IV de Francia con María de Médicis, Peri tendrá una nueva oportunidad de realizar su segundo ensayo de ópera, Euridice, nuevamente sobre versos del poeta Rinuccini.

Estas experiencias y algunas más serán recogidas por el primer operista verdaderamente clásico: Claudio Monteverdi (1567-1643) que nació en Cremona en 1567 y según algunos biógrafos, asistió emocionado al estreno de Euridice. Habiendo realizado profundos estudios musicales y dando muestras de su talento creador, el duque de Mantua lo nombró cantor y violista de su corte. En esta suntuosa corte tendrá la oportunidad de trascender  en el drama clásico operístico. Claudio Monteverdi creó la música para Orfeo sobre texto de Alessandro Striggio, que fue la definitiva consagración de las nuevas formas. La obra resulta atractiva debido al marco musical creado por Monteverdi, La elocuencia de los personajes, el colorido orquestal, la vehemencia sonora, los efectos pasionales y la inclusión de preludios e interludios se constituyen en modelos para el nuevo género.


Claudio Monteverdi
 
La ópera era un espectáculo reservado a la corte, un asunto de las clases nobles, pero eso fue cambiando y empezó a convertirse en un espectáculo teatral para el público en general, fundamentalmente a partir de que en 1637 Benedetto Ferrari, músico y administrador, abrió el teatro de ópera San Cassiano en Venecia, para  todo público y económicamente accesible. Años más tarde Ferrari abriría otros dos teatros de ópera convirtiéndose ésta en un pasatiempo popular. En uno de esos teatros, el Santi Giovanni e Paolo,  Monteverdi
estrenará sus dos últimas operas: Il ritorno d´Ulisse in patria en 1641 y L´incoronazione di Popea en 1642.
En este momento, todos los teatros de Venecia, eran teatros privados pertenecientes a las familias aristocráticas.
El teatro de San Cassiano tuvo un primer edificio construido por Andrea Palladio en 1565 cerca del Rialto. Pero su estructura de madera fue destruida en un incendio en 1629 y rápidamente sustituido por un edificio de piedra adquirido por la familia de Tron. En el San Cassiano se estrenó L'Andromeda de Manelli y Ferrari y varias óperas comerciales incluidas las de Francesco Cavalli, quien lo dirigió por algún tiempo. Fundamentalmente lo recordamos porque fue allí y en su contacto directo con el público que la ópera comenzó a modificarse de acuerdo con los gustos del auditorio.
Los teatros públicos aumentaron y durante el siglo XVII, Venecia fue la Capital lírica del mundo, con el tiempo el San Cassiano fue perdiendo su puesto privilegiado frente a la competencia de nuevas y mejores salas.
Si partimos de la sala teatral renacentista veremos cómo se llegó a la morfología típica del teatro italiano de ópera. El ejemplo más acabado del teatro de siglo XVI es el teatro Olímpico de Vicenza obra del célebre arquitecto Andrea Palladio. En este tipo de sala las representaciones se efectuaban sobre un escenario algo sobreelevado, mientras el público permanecía de pie en el hemiciclo salvo los espectadores privilegiados. Esta gradería en hemiciclo rememora el teatro griego.
Teatro Olímpico
 
Esta solución del quinientos fue evolucionando hacia la conformación de un teatro consistente en un patio central y galerías laterales, adquiriendo los recintos una forma de U.
Será durante el barroco imperante en el XVII que los teatros adquieren la forma primero de campana que se advierte aún en teatros del setecientos como el Comunale de Bolonia edificado en 1763 que luego evolucionará hacia la definitiva forma de herradura característica del teatro lirico italiano y distribuida en todo el mundo.
La búsqueda de una planta adecuada, capaz de satisfacer simultáneamente los requerimientos de orden musical e incluso social, constituyó permanente motivo de preocupación para los arquitectos de la península itálica.
Durante el siglo XVIII es cuando queda conformado el carácter prototípico de los edificios teatrales itálicos, en tiempos finales del barroco, vislumbrándose ya el paso a la era neoclásica. En Italia muchos de sus principales teatros datan de este período. Recordemos así al San Carlo de Nápoles (1737), al Regio de Turín (1738), al Teatro alla Scala de Milán (1778) y al La Fenice de Venecia (1792).
 
 
Nápoles
Teatro San Carlo
Los orígenes de uno de los más afamados teatros italianos el San Carlo se remonta al siglo XVIII cuando el rey Carlos de Borbón que ejercía el reinado de Nápoles, insatisfecho con el antiguo y ya obsoleto teatro San Bartolomeo, decidió edificar un lujoso teatro para su corte, encomendó el proyecto al  ingeniero Giovanni Antonio Medrano, coronel del ejército real, que se ocupó del proyecto, pero quien lo llevó a cabo fue el napolitano Angelo Carasale empleando poco más de nueve meses en su conclusión. 
El coliseo abrió sus puertas especialmente para festejar el onomástico del monarca el 4 de noviembre de 1737.
Carlos VII de Nápoles (Carlos III de España)
Entre los años 1810 y 1812 se efectuaron importantes alteraciones en su arquitectura debidas a Antonio Niccolini quien renovó la fachada. Al poco tiempo, en 1816 un incendio afecta el interior de la sala por lo que el mismo Niccolini se ocupará de restaurarla. Tal como quedó el edificio después de los retoques de Niccolini el San Carlo resulto un imponente teatro, no tanto por la totalidad del conjunto sino por la grandeza de su sala de espectáculos.



La fachada tiene unos 50 metros de extensión, está dividida en dos cuerpos claramente diferenciados. El inferior almohadillado, macizo y severo, está perforado por cinco arcos de piedra con dovelas radiales detrás de los cuales se encuentra el pasaje para carruajes, elemento tan característico de los edificios teatrales. Por encima de las dovelas, corre en una franja horizontal, un grupo de bajorrelieves alusivos a temas de índole musical. El nivel superior contiene el vestíbulo principal y repercute exteriormente en una logia con una balconada y catorce columnas corridas. Sobre el cornisamento superior, en el ático, aparece un grupo escultórico con la imagen del santo a cuyo nombre está dedicado el teatro.



La sala
es una de las más bellas de su país y la mayor junto con la Scala-a la que supera ligeramente en dimensiones, aunque no en capacidad-con sus seis órdenes sobrepuestos con 184 unidades de palco.
En el centro, el imponente palco real ostenta la corona del reino.
Los palcos y las galerías están rítmicamente divididos por las columnas ascendentes, que como en el caso de la Scala y los demás teatros italianos, pone al espectador detrás del vacío general del recinto, los palcos son unidades independientes y aisladas unas de otras.
La planta tiene la típica forma de herradura ligeramente cerrada hacia el proscenio. Como hemos dicho es esta la forma que con ligeras variaciones en la curvatura, se impondrá para los teatros líricos en el siglo XVIII y el XIX.

El trabajo ornamental en dorado de los antepechos es de una riqueza singular y otorga brillo a la sala. El techo plano no presenta la araña característica, sino un plafond que ocupa la totalidad del techo con una pintura de Giuseppe Cammarano titulada Apolo presenta a Minerva los más grandes representantes de las artes
Entre las figuras destacamos a Dante, junto a él Beatrice, Virgilio y finalmente Homero.
La superficie total del inmueble es de 3.680 m2. Está ubicado cercano al Palacio Real, sobre la vía consagrada al santo que le da nombre.
De la labor musical del teatro San Carlo de Nápoles durante el siglo XVIII, podemos destacar la frecuente realización de trabajos que constituyen la escuela napolitana de ópera, desarrollada por músicos locales como Scarlatti (1660-1725), Pergolesi (1710-1736), Paisiello(1740-1816) o Cimarosa (1749-1801), que desarrollaron el género bufo, haciendo nuevas aportaciones  a la evolución del melodrama, que pasará, de la hegemonía florentina primero y veneciana después (siglo XVII como hemos dicho antes), al dominio de los napolitanos. Esta nueva etapa recibirá un inusitado impulso. En este período, con el predominio del género bufo, la ópera consigue afianzarse como el espectáculo lírico popular.
Domenico Cimarosa
Llegados al siglo XIX podemos decir que el teatro San Carlo vivirá su Edad dorada.
Domenico Barbaja, el empresario que administraba el teatro, contrató a Gioachino Rossini, como compositor y director artístico de los Teatros Reales de música. (San Carlo)

Rossini se quedó en Nápoles entre 1815 y 1822; y escribió .
1-Elisabetta, regina d'Inghilterra
2-Otello,
3-Mosè in Egitto,
4- Ermione,
5- La donna del lago,
6- Maometto secondo y  otras 3 óperas más como, Armida, Ricciardo e Zoraide y  Zelmira, último trabajo para el San Carlo.
Habiéndose marchado Rossini, Barbaja contrató a Gaetano Donizetti, que vivió en la ciudad entre 1822 y 1838, período en el que compuso dieciséis obras. Algunas de ellas son Bianca e Fernando, Maria Stuarda, la famosísima Lucía de Lammermoor, y Roberto Devereux; Incluso después de los tiempos de Barbaja estrenó allí, 5- Caterina Cornaro, y el estreno en Italia de 6- Poliuto luego de su estreno en París.  Pocos años después de la partida de Donizetti, Barbaja quiso contratar a Vincenzo Bellini, pero éste prefirió irse a la Scala de Milán.
Gaetano Donizetti
Giuseppe Verdi luego de sus primeros éxitos en Milán reservó para su primera colaboración con el San Carlo en 1945 su desafortunada Alzira, que solo tuvo cuatro funciones más aparte del estreno.   En la temporada de 1849 estrenará Luisa Miller, esta vez con un significativo éxito. Pero los grandes trabajos estarán reservados para otros teatros.
Aunque después de la caída del Reino de las Dos Sicilias el Teatro de San Carlos empezó a declinar, la gloria de esta iniciativa teatral, sigue iluminando la historia de la música y de la cultura napolitana e italiana.
En los últimos años el teatro volvió a tener una intensa actividad basada en la recuperación de óperas bufas del siglo XVII y XVIII de la escuela napolitana. Es por eso que se presentan grandes obras antiguas como las de Pergolesi, Niccolò Jommelli, o Paisiello.


Milán
Teatro alla Scala

Los orígenes de esta célebre institución italiana se remontan al último cuarto del siglo XVIII, época en que la región lombarda se hallaba incorporada territorialmente al dominio del reino austríaco. En un solar que estaba ocupado por una iglesia puesta bajo la advocación de Santa María alla Scala se construye un primer teatro llamado Regio Ducale que abrió sus puertas en 1717 alternando las sesiones de ópera del setecientos, con las de ballet y prosa hasta que en 1776 es consumido por las llamas. Los noventa dueños de los palcos del teatro le pidieron al archiduque Fernando de Austria la construcción de un nuevo teatro. La elección recayó en el arquitecto Giuseppe Piermarini (1734-1808) un nombre significativo en la arquitectura lombarda del siglo XVIII.
Piermarini, que venía de trabajar más de ocho años en Roma, se radicó en Milán a partir de 1769. Al año siguiente obtuvo el nombramiento de arquitecto imperial concedido por la emperatriz Maria Teresa de Austria.
Piermarini dotó a la ciudad de Milán de numerosos trabajos entre palacios y villas por lo que fue seleccionado para diseñar el nuevo teatro, pero la obra no se hubiese llevado a cabo sin el compromiso personal de la emperatriz Maria Teresa, verdadera impulsora de la construcción del nuevo teatro. El estilo es de una clara orientación neoclásica mesurada, gustosa de la sobriedad en el detalle y el uso siempre moderado de la escala, rehusando a toda grandilocuencia expresiva. El Teatro alla Scala resulto indudablemente, su obra maestra. La trascendencia internacional de este ente lírico le prodigó a Piermarini,parecida celebridad como la que Garnier obtendría posteriormente, merced a su realización de la Opera de París.

El Teatro alla Scala fue inaugurado, luego de dos años de trabajos de obra, el 3 de agosto de 1778, con el nombre de Nuovo Regio Ducal Teatro alla Scala, con la ópera L'Europa riconosciuta de Salieri.


 
El inmueble tiene una planta rectangular, cubriendo un área de 3.600 metros cuadrados. Observemos la planta en herradura de su sala cuya curva fue modelo señero para muchas obras posteriores y la sección del mismo con los espacios destinados al acceso del público, relativamente pequeños en proporción a la sala de seis niveles u órdenes y el espacio del escenario. De esta observación podemos deducir que tal como se verifica en la mayoría de los teatros italianos construidos en esta época, se dedicaba el espacio, casi exclusivamente para el cometido principal del edificio: el espectáculo público.

Fachada
El edificio se presenta exteriormente con una fachada de tres órdenes. El inferior ofrece un pórtico de acceso - que es a la vez pasaje de carruajes - con solidas pilastras formando tres arcos de medio punto. Para el tratamiento externo de esta zona de la fachada, el arquitecto ha preferido el almohadillado como modo de acentuar la solidez y severidad del piso bajo. El orden siguiente corresponde al piso noble, que contiene el ridotto o foyer principal. Columnas y pilastras apareadas y adosadas establecen una sucesión rítmica flanqueando las ventanas, que llevan sobre sus dinteles, sencillos frontones triangulares. Luego de una importante cornisa que establece una división de plantas, sobreviene un tercero y último orden, de menores proporciones rematado por un ático en el que aparece un frontón central y balaustradas laterales.
En el tratamiento del frente se advierte la sobriedad, la preferencia por las superficies lisas y la proporción contenida.
El interior resulta el verdadero atractivo de la Scala y demuestra en sus detalles la sobriedad estilística y la justa  proporción. El alzado interno comprende 6 órdenes de palcos. Los dos últimos, con el tiempo, fueron transformados en galerías.
El color de la sala es claro y luminoso, con muy equilibrados ornamentos en dorado.
El diseño de su disposición interior está sujeto a las condiciones sociales de la época, que se refleja en la estricta división de los palcos, concebidos como unidades independientes, separadas por rítmicas columnas y entrepaños.
Trayectoria lírica
A partir de la inauguración del teatro se incorporaron al repertorio obras de autores ya olvidados  como Mortellani, Anfossi, Guglielmini, junto a otros que forman parte de nuestra tradición como Cimarosa, Cherubini, Paisiello que ya nombramos al hablar del teatro de Napoles, junto a la figura de Simon Mayr, compositor de origen bávaro que desarrolló gran parte de su vida creativa en Italia (Bergamo), sus más de 60 óperas han sido olvidadas pero siempre será recordado por su alumno más brillante: Gaetano Donizetti.
Simon Mayr

Los primeros años del ochocientos significaron un empuje apreciable para el teatro de Milán al vincularse al mismo la figura de Gioacchino Rossini quien da a conocer La pietra del paragone en 1812 constituyéndose en un gran éxito que alcanzo las 53 representaciones en la primera temporada, y continua afianzándose al ofrecer al año siguiente Aureliano in Palmira al siguiente Il turco in Italia, en 1817 La gazza ladra y dos años después, Bianca e Faliero.
Gaetano Donizetti y Vincenzo Bellini vienen a señalar momentos de verdadera gloria para el teatro milanés. Ambos músicos rivalizaban sin tregua con cada presentación de nuevos trabajos.
Donizetti que mantuvo relaciones algo tensas con la dirección de la escala, presentó como estreno absoluto Chiara e Serafina en 1822, Ugo conte di Parigi en 1832, Lucrecia Borgia en 1833, Gemma di Vergy en 1834, Gianni di Parigi en 1839 y Maria Padilla en 1841.

Por su parte Bellini reservó para su estreno absoluto en la Scala Il Pirata en 1827, La straniera en 1829 y su inmortal Norma en 1831, protagonizada por la renombrada cantante Giuditta Pasta.
Giuditta Pasta en Norma
El decenio siguiente significo la entrada al repertorio de la Scala de Giuseppe Verdi quien precisamente se da a conocer como autor con su primer título: Oberto conte di San Bonifacio, a la que siguió al año siguiente Un giorno di regno y dos años más tarde en 1842 el estreno de Nabuco, su primer gran éxito operístico, desatando el fervor patriótico y la adoración del público. En 1843 otro de sus trabajos I Lombardi y un par de años después Giovanna d´Arco. Es evidente que los primeros grandes éxitos del maestro están unidos al escenario de la Scala, pero luego de desavenencias con la dirección se alejó por varios años.

Ya maduro se produjo su retorno con las revisiones de: La forza del destino, de Simón Boccanegra y de Don Carlos en la traducción italiana de su original francés, entre los años 1869, 1881 y 1884 respectivamente. Todavía la Scala será el escenario de los rutilantes estrenos de las dos últimas obras de Verdi: en 1887 Otello con la dirección de Franco Faccio y un cuadro de intérpretes de primerísimo orden encabezado por el tenor Francesco Tamagno y el barítono Victor Maurel y por último, cuando ya era octogenario, en 1893  Falstaff, protagonizada por Victor Maurel.
Giuseppe Verdi fotografiado frente a la Scala en 1893
También se presentaron otras obras destinadas a ocupar un lugar destacado en la historia de la ópera. En 1868 subió a escena Mefistófeles de Arrigo Boito y La Gioconda de Amilcare Ponchieli en 1876.

La escuela verista también estuvo representada por Giacomo Puccini con el estreno de su segunda opera, Edgard en 1889 y varios años más tarde con Madama Butterfly protagonizada por Rosina Storchio y finalmente la obra póstuma de Puccini, Turandot subió a la escena de la Scalla en 1926 con la dirección de Arturo Toscanini y los cantantes Rosa Raisa y Miguel Fleta.
Después de la inauguración del teatro de la Scala en 1778 y en el transcurso de los 165 años subsiguientes hasta 1943, la Scala fue sometida a diversos trabajos de mantenimiento que no modificaron su estructura original.
Por ejemplo:
En 1821, se colocó "la grande Lumiera" del centro de la sala, con 84 lámparas Argand.
En 1860 se adoptó la iluminación a gas
En 1883-1884 la luz eléctrica.
Y también hubo modificaciones en los salones y el escenario pero la sala se mantuvo sin modificaciones importantes, en cambio, la noche del 15 de agosto de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Milán sufrió un terrible bombardeo por parte de la aviación inglesa, y el Teatro fue también golpeado duramente, tanto que la sala quedó seriamente afectada. Se destruyó completamente el techo, parte de la sala y partes anexas del edificio. Únicamente al terminar la guerra (mayo de 1945) se pudo pensar en reconstruir el Teatro, que siempre fue uno de los símbolos de Milán. Los trabajos se realizaron con apuro y dedicación, y fueron dirigidos por el arquitecto Luis Lorenzo Secchi, quien finalizó con la reconstrucción en abril de 1946.
Bombardeo del 15 de agosto de 1943

El teatro fue reinaugurado el 11 de mayo de 1946 con un concierto dirigido por Arturo Toscanini
Un hecho significativo de los años 50 del siglo XX fue la reexhumación de óperas del ochocientos que habían sido olvidadas, varias de ellas contaron con la colaboración de María Callas, figura favorita del teatro milanés durante toda la década del 50. De este modo se volvieron a ver en
1953 la Medea (1797) de Luigi Cherubini (1760-1842), que había sido estrenada (estreno italiano) en la Scalla en 1909.
1954 La Vestale (1807) de Gaspare Spontini (1774-1851), con la dirección escénica de Luchino Visconti. Maria Callas había trabado amistad con el director teatral y cinematográfico Luchino Visconti, al poco tiempo lo presenta a la dirección del teatro y de este modo se produce el debut, como director de escena en una ópera, de Visconti. Con La Vestale, se inicia una colaboración fructífera y que hará historia. La colaboración entre la gran artista que era la Callas y el gran talento teatral de Visconti, brindaron al publico de la Scala títulos tales como, la recordada Traviata  de 1955, uno de sus espectáculos más aplaudidos.
Visconti da indicaciones a Callas
en un ensayo de La Vestale

A lo largo de la historia del teatro alla Scala han desfilado los más grandes cantantes, para no abundar en nombres, de los antiguos podemos señalar al tenor Rubini o Adelina Patti, La Patti como se la conocía, o a nuestro Julian Gayarre y ya en el siglo XX a Tita Ruffo,  Caruso o Gigli y después de la guerra, a la ya nombrada Callas y Renata Tebaldi, a la que el gran director Arturo Toscanini calificó como la poseedora de una voz de ángel o a Mario del Monaco, Franco Corelli y Giuseppe di Stefano, maravillosos tenores que han ocupado los primeros lugares en las décadas de los 40 a los 60 . Del Monaco encarnó como pocos el papel del moro de Venecia, del Otello de Verdi, brillando junto a la Tebaldi. Imposible no recordar a di Stefano como el compañero inseparable de la Callas y en tiempos más cercanos señalaremos a cuatro tenores que fueron los más celebres de nuestro tiempo: Luciano Pavarotti, Alfredo Kraus, Plácido Domingo y José Carreras.

En la Scala no han faltado escándalos con pitadas incluidas, todavía está fresco el recuerdo del famoso desplante protagonizado en el 2006 por el tenor Roberto Alagna que abandonó la escena después de recibir una pitada al finalizar el aria Celeste Aida de la opera homónima.
Aquel fue un enésimo escándalo provocado por el Loggione de La Scala que se nutre de esos exigentes aficionados operísticos para alimentar su fama de temible, pero que para uno de los 'divos' de la opera actual como Alagna fue un verdadero trauma.
Aida 2006
El teatro fue cerrado entre el 19 de enero de 2002 y noviembre de 2004 para su restauración. Durante este período la compañía se trasladó al Teatro degli Arcimboldi.

En esta ocasión el proyecto de restauración fue diseñado por el arquitecto Mario Botta. La restauración fue controvertida porque los que velaban por la preservación del teatro temían que se perdieran los detalles históricos. La decisión más controvertida fue demoler toda el área posterior al escenario para crear una zona de servicio «moderna y funcional, digna de uno de los más importantes teatros del mundo», como se argumentó. En el edificio anexo se instalaron mejores espacios para los artistas y salas de ensayo y en la planta baja del mismo anexo se instaló el museo de la Scala.
El paralelepípedo que forma el área técnica del escenario se eleva 56m, superando apenas la altura máxima del antiguo tejado que remataba el volumen sobre el escenario.
Ha sido una intervención drástica en pro de la modernización de las entrañas del teatro que es una verdadera institución artística de Italia.

En cambio, la filosofía que ha guiado la reestructuración de la sala del teatro ha sido devolver a La Scala el esplendor originario y eliminar todas las modificaciones posteriores. Se han eliminado alfombras y pinturas que ocultaban el mármol originario y, cuando ha sido posible, se han recuperado las decoraciones del siglo XVIII de algunos palchi de importancia histórica, como la barcaccia del virrey de un maravilloso color azul celeste.
También los salones volvieron a su aspecto original. Se considera que la compañía quedó satisfecha e impresionada con la calidad del trabajo y las mejoras en la estructura. Los asientos fueron equipados con monitores donde se presenta el libreto en inglés, francés o italiano.
 
Para la reapertura del teatro se escogió la misma ópera que se utilizó en su apertura, L'Europa riconosciuta de Salieri, todo un símbolo de la renovada continuidad de tan importante institución cultural.

Venecia

La Fenice
Junto a la La Scala de Milán y al San Carlo de Nápoles, La Fenice de Venecia podía ser considerado como uno de los pilares básicos de la historia de la lírica. Frente estos, La Fenice guarda el legado de los primeros teatros venecianos, como el San Benedetto, del que fue directo sucesor. 
Cena y baile en el San Benedetto
En 1774, el Teatro San Benedetto, con más de cuarenta años de historia, fue destruido por un incendio. Poco después de su reconstrucción surgió una disputa legal entre la compañía que lo administraba y los propietarios, la familia Venier. La disputa fue ganada por la familia, por lo que la compañía decidió construir por su cuenta un nuevo teatro en el Campo San Fantin.
La compañía estaba formada por una sociedad de patricios venecianos, propietarios de los palcos de aquel teatro.
Se abrió un concurso para la elección del proyecto, del que salió vencedor el trabajo presentado por el arquitecto Veneciano Giannantonio Selva (1753-1819). En el término de dos años el edificio se completó. El nuevo teatro fue nombrado La Fenice para honrar el resurgimiento de la compañía, primero de sus cenizas, y luego de su mudanza. La Fenice se inauguró el 16 de mayo de 1792 con la presentación de Los Juegos de Agrigento de Giovanni Paisiello.
El teatro La Fenice presenta una planta irregular como consecuencia de la forma accidentada del predio como todos en esta ciudad donde las formas caprichosas de los canales así lo determinan. De modo que el edificio, está dividido en dos volúmenes principales: la zona de acceso y salones en el más pequeño y la sala con el escenario en el cuerpo mayor. También cuenta con un acceso desde el canal a la zona trasera del escenario.

 
El edificio esta claramente dividido en dos volúmenes de diferente tamaño, por un lado vemos el volumen menor con el acceso y los salones y escaleras de circulación del público y en el volumen mayor la sala y el escenario.
La fachada trasunta simplicidad y ofrece dos órdenes o niveles, con un sencillo enmarque de cuatro columnas corintias en el portal de acceso y sobre él, un balcón con balaustrada y enmarcado por dos hornacinas la inscripción de la fecha de apertura. Todo está coronado de la manera más sencilla: una simple cornisa recta. La fachada posterior da acceso a la tramolla del escenario desde un canal.
Fachada principal

El atractivo mayor del teatro no está por cierto en ese sector sino en el exquisito refinamiento de su sala, atípicamente settecentesca, en donde el diseñador experimentó un tipo de curva dentro de la forma de herradura, cuyo trazado fue de óptimos resultados. Hacia la zona media se encuentra emplazado el delicado palco de honor y en total presenta  5 niveles, en principio de palcos solamente, sin galerías populares, y luego los dos últimos niveles se transformaron en galerías. La clásica separación entre palcos con ligeras columnas se mantiene acusada, como lo vimos en el San Carlo de Nápoles y en Milán.
Es en el carácter decorativo, donde tal vez radica el mayor encanto de este teatro, por la sutileza y finura de su tratamiento, aunque podemos considerarlo en un punto límite del exceso.
Su definitivo aspecto arquitectónico, es una consecuencia de las diversas modificaciones y de las obligadas transformaciones producidas por el incendio de 1836, que requirió la reconstrucción casi completa de la sala. Reconstrucción en general respetuosa del proyecto original, pero agregando dos accesos al patio de butacas, modificaciones en el escenario, la decoración de la sala, incluyendo la habilitación de las dos galerías altas.
La reapertura luego del siniestro de 1836 se produjo en el término de un año, integrando el cartel del teatro con nuevas producciones como Rosamunda in Ravenna de Giuseppe Lillo ofrecida a fines de 1837, Maria di Rudenz de DonizettiLe illustri rivali de Mercadante, a principios del año siguiente.
En el profuso historial del teatro desde su inauguración en 1792 encontramos la obra de Paisiello Los juegos de Agrigento, o las de Simon Mayr, que presentó sus óperas Saffo en 1794 y dos años después Lodoiska o Domenico Cimarosa con Gli orazi e i curiazi en 1796 y Artemisia ofrecida en 1801.
Rossini acapara los años iniciales del siglo XIX estrenando en La Fenice Tancredi en 1813, Segismondo en 1815 y Semiramis en 1823. Un año más tarde Meyerbeer daba a conocer Il crociato in Egitto y Vincenzo Bellini estrenaba 1830 I capuletti e i montecchi en cuyo elenco participó Giuditta Grisi y tres años después estrenaba Beatrice di Tenda, protagonizada por La Pasta.

En el periodo posterior a su reconstrucción (1836), el Teatro La Fenice alcanzó un sitial de importancia entre los coliseos operísticos europeos, por el empuje que la figura de Gisueppe Verdi le supo infundir con la presentación en carácter de estreno mundial de algunos de sus más trascendentes títulos compuestos para el teatro musical. En 1844 Ernani, con libreto de Francesco Maria Piave sobre un drama de Victor Hugo, a la que siguió en 1846 Attila y en 1851 Rigoletto,  también con libreto de Francesco Maria Piave, sobre el drama El rey se divierte de Victor Hugo, contando con muy aclamados intérpretes. No corrió la misma suerte su siguiente estreno: La Traviata de 1853 que no gustó en las primeras representaciones. Luego Verdi la presentaría con algunos retoques y fundamentalmente, con una intérprete más convincente para el público y por supuesto que La Traviata, se convertiría en una de sus trabajos más aclamados. Verdi completaría sus novedades para este teatro con el estreno de Simon Boccanegra que en años posteriores revisaría reestrenándola en la Scala como ya les he comentado.
Ya en tiempos de posguerra se estrena The rake´s progress de Igor Stravinsky en 1951, también se estrena The turn of the screw de Benjamin Britten en 1954 basado en la novela homónima de Henry James. La ópera fue compuesta para la Bienal de Venecia, también se llevó a cabo la primera realización escénica de El ángel de fuego de Sergei Prokofiev en 1955. Otro acontecimiento que podemos destacar es la primera versión en Italia del ciclo completo El Anillo del Nibelungo de Wagner durante la temporada 1956-1957 con el montaje presentado en Bayreuth por los nietos del compositor, Wieland y Wolfgang Wagner y una gran serie de estrenos de obras contemporáneas y redescubrimientos de óperas olvidadas de la era del belcanto a cargo de las más renombradas voces de las últimas décadas del siglo XX.
Restos todavía humeantes de La Fenice
 

Pero el teatro deberá hacer honor a su nombre y volver a renacer de sus cenizas después que el 29 de enero de 1996 otro incendio destruyó completamente el teatro. Se descubrió que el incendio fue provocado por dos electricistas que tenían problemas contractuales con la compañía. Los trabajos de reconstrucción se iniciaron en 2001 y culminaron D82 con la reapertura del teatro el 14 de diciembre de 2003, con un concierto inaugural con obras de Beethoven, Wagner y Stravinski. La reconstrucción de la Fenice tiene algo de demencial, porque se han querido rehacer los más mínimos detalles, pero también constituye una gesta artesanal.

El resultado es un desafío de 90 millones de euros que ha reunido a genios de cada disciplina. El escenógrafo napolitano Mauro Carosi ha redibujado cada hoja de acanto siguiendo los álbumes de fotos de cada abuela veneciana y, sobre todo, con la preciosa ayuda de la película Senso, de Luchino Visconti, cuya escena inicial transcurre en el teatro. Una treintena de maestros vidrieros ha fabricado 1.026 lámparas y cristales. El último miembro de la familia Rubelli, sastres de la Fenice, encontró en un armario una muestra de tela de su abuelo con el color exacto de las butacas. El técnico Jurgen Reinhold se ha pasado las noches haciendo pruebas de sonido. “Como no hay tráfico el silencio es único” y el desafío muy grande pues la acústica de la sala, antes del incendio era considerada como magnifica.
 
El comienzo de la película de Visconti Senso, es un resumen de la gloriosa época en que Verdi encendía los corazones italianos de fervor patriótico. Tiempos y gestas que resonaron en las antiguas paredes de La fenice, cuyas imágenes sirvieron de documento para la reconstrucción de la decoración de la sala, hasta en los más mínimos detalles. Ver enlace: