CAPITULO I
Introducción,
los orígenes de la ópera. Los primeros teatros líricos, siglo XVII.
Consolidación de la ópera en Italia, los grandes teatros de la península, la
solución técnica definitiva, el siglo XVIII. Teatro San Carlo de Nápoles, el Teatro alla Scala de Milán y La Fenice de
Venecia.
A modo de introducción al tema que nos ocupa, debemos remitirnos a los
orígenes mismos de la ópera en la Florencia renacentista. Un grupo de
intelectuales, fundamentalmente músicos y poetas como Ottavio Rinuccini, que será el primer libretista de ópera, Giulio Caccini laudista y cantante de
madrigales, Jacopo Peri virtuoso
organista y clavecinista, o Vincenzo Galilei estudioso e
investigador del arte griego y eximio instrumentista de laúd, todos ellos, formarán
la Camerata Fiorentina. De este
cenáculo surgirán ideas nuevas sobre el teatro y la música que dejan
atrás la expresión polifónica del madrigal.
Jacopo Peri
La ópera Dafnae, con poemas de Rinuccini y música de Peri, inició el movimiento que habría de alcanzar colosales dimensiones. Dafnae se estrenó en el palacio Corsi en 1597.
En diciembre del 1600 con motivo de los festejos por la boda de la
real pareja formada por Enrrique IV de Francia con María de Médicis,
Peri tendrá una nueva oportunidad de realizar su segundo ensayo de ópera, Euridice,
nuevamente sobre versos del
poeta Rinuccini.
Estas experiencias y algunas más serán recogidas por el
primer operista verdaderamente clásico: Claudio
Monteverdi (1567-1643) que nació en Cremona
en 1567 y según algunos biógrafos, asistió emocionado al estreno de Euridice. Habiendo realizado profundos
estudios musicales y dando muestras de su talento creador, el duque de Mantua lo nombró cantor y violista de
su corte. En esta suntuosa corte tendrá la oportunidad de trascender en el drama clásico operístico. Claudio
Monteverdi creó la música para Orfeo
sobre texto de Alessandro Striggio,
que fue la definitiva consagración de las nuevas formas. La obra resulta
atractiva debido al marco musical creado por Monteverdi, La elocuencia de los
personajes, el colorido orquestal, la vehemencia sonora, los efectos pasionales
y la inclusión de preludios e interludios se constituyen en modelos para el
nuevo género.
Claudio Monteverdi
La ópera era un espectáculo reservado a la corte, un asunto
de las clases nobles, pero eso fue cambiando y empezó a convertirse en un
espectáculo teatral para el público en general, fundamentalmente a partir de
que en 1637 Benedetto Ferrari, músico y administrador, abrió el teatro de ópera San
Cassiano en Venecia, para todo público
y económicamente accesible. Años más tarde Ferrari abriría otros dos teatros de
ópera convirtiéndose ésta en un pasatiempo popular. En uno de esos teatros, el Santi Giovanni e Paolo, Monteverdi
estrenará sus dos últimas operas:
Il ritorno d´Ulisse in patria en 1641 y L´incoronazione di Popea en 1642.
En este momento, todos los teatros de Venecia, eran
teatros privados pertenecientes a las familias aristocráticas.
El
teatro de San Cassiano tuvo un primer edificio construido por Andrea Palladio en 1565 cerca del Rialto. Pero su estructura de madera fue destruida
en un incendio en 1629 y rápidamente
sustituido por un edificio de piedra adquirido por la familia de Tron. En el San
Cassiano se estrenó L'Andromeda de Manelli y Ferrari y varias óperas
comerciales incluidas las de Francesco Cavalli, quien lo dirigió por algún
tiempo. Fundamentalmente lo recordamos porque fue allí y en su contacto directo
con el público que la ópera comenzó a modificarse de acuerdo con los gustos del
auditorio.
Los teatros públicos aumentaron y durante el siglo XVII, Venecia fue la Capital
lírica del mundo, con el tiempo el San Cassiano fue perdiendo su puesto
privilegiado frente a la competencia de nuevas y mejores salas.
Si
partimos de la sala teatral renacentista veremos cómo se llegó a la morfología
típica del teatro italiano de ópera. El ejemplo más acabado del teatro de siglo
XVI es el teatro Olímpico de Vicenza obra del célebre arquitecto Andrea Palladio. En este tipo de sala
las representaciones se efectuaban sobre un escenario algo sobreelevado,
mientras el público permanecía de pie en el hemiciclo salvo los espectadores
privilegiados. Esta gradería en hemiciclo rememora el teatro griego.
Teatro Olímpico
Esta solución del quinientos fue evolucionando hacia la
conformación de un teatro consistente en un patio central y galerías
laterales, adquiriendo los recintos una forma de U.
Será durante el barroco imperante en el XVII que los
teatros adquieren la forma primero de campana que se advierte aún en teatros
del setecientos como el Comunale de
Bolonia edificado en 1763 que luego evolucionará hacia la definitiva forma
de herradura característica del teatro lirico italiano y distribuida en todo el
mundo.
La búsqueda de una planta adecuada, capaz de satisfacer
simultáneamente los requerimientos de orden musical e incluso social,
constituyó permanente motivo de preocupación para los arquitectos de la
península itálica.
Durante el siglo XVIII es cuando queda conformado el
carácter prototípico de los edificios teatrales itálicos, en tiempos finales
del barroco, vislumbrándose ya el paso a la era neoclásica. En Italia muchos de
sus principales teatros datan de este período. Recordemos así al San Carlo de Nápoles (1737), al Regio de Turín (1738), al Teatro alla Scala de Milán (1778) y al La Fenice de Venecia (1792).
Nápoles
Teatro San
Carlo
Los orígenes de uno de los más afamados teatros italianos
el San Carlo se remonta al siglo XVIII cuando el rey Carlos de Borbón que ejercía el reinado
de Nápoles, insatisfecho con el antiguo y ya obsoleto teatro San Bartolomeo, decidió edificar un
lujoso teatro para su corte, encomendó el proyecto al ingeniero Giovanni Antonio Medrano, coronel del ejército real, que se ocupó
del proyecto, pero quien lo llevó a cabo fue el napolitano Angelo Carasale empleando poco más de nueve meses en su conclusión.
El coliseo abrió sus puertas especialmente para festejar
el onomástico del monarca el 4 de
noviembre de 1737.
Carlos VII de Nápoles (Carlos III de España)
Entre los años 1810 y 1812 se efectuaron importantes
alteraciones en su arquitectura debidas a Antonio
Niccolini quien renovó la fachada. Al poco tiempo, en 1816 un incendio
afecta el interior de la sala por lo que el mismo Niccolini se ocupará de
restaurarla. Tal como quedó el edificio después de los retoques de Niccolini el
San Carlo resulto un imponente teatro, no tanto por la totalidad del conjunto
sino por la grandeza de su sala de espectáculos.
La
fachada tiene unos 50 metros de extensión, está dividida en dos
cuerpos claramente diferenciados. El inferior almohadillado, macizo y severo,
está perforado por cinco arcos de piedra con dovelas radiales detrás de los
cuales se encuentra el pasaje para carruajes, elemento tan característico de
los edificios teatrales. Por encima de las dovelas, corre en una franja
horizontal, un grupo de bajorrelieves alusivos a temas de índole musical. El
nivel superior contiene el vestíbulo principal y repercute exteriormente en una
logia con una balconada y catorce columnas corridas. Sobre el cornisamento
superior, en el ático, aparece un grupo escultórico con la imagen del santo a
cuyo nombre está dedicado el teatro.
La sala
es una de las más bellas de su país y la mayor junto con
la Scala-a la que supera ligeramente en dimensiones, aunque no en capacidad-con sus seis órdenes sobrepuestos con 184 unidades de palco.
En el centro, el imponente palco real ostenta la corona del reino.
La planta tiene la típica forma de herradura ligeramente
cerrada hacia el proscenio. Como hemos dicho es esta la forma que con ligeras
variaciones en la curvatura, se impondrá para los teatros líricos en el siglo
XVIII y el XIX.
El trabajo ornamental en dorado de los antepechos es de
una riqueza singular y otorga brillo a la sala. El techo plano no presenta
la araña característica, sino un plafond
que ocupa la totalidad del techo con una pintura de Giuseppe Cammarano titulada
Apolo presenta a Minerva los más grandes
representantes de las artes
Entre las figuras destacamos a Dante, junto a él Beatrice,
Virgilio y finalmente Homero.
La superficie total del inmueble es de 3.680 m2.
Está ubicado cercano al Palacio Real, sobre la vía consagrada al santo que le da nombre.
Domenico Cimarosa
Llegados al siglo XIX podemos decir que el teatro San
Carlo vivirá su Edad dorada.
Domenico
Barbaja, el empresario que administraba el teatro, contrató a Gioachino Rossini, como compositor y
director artístico de los Teatros Reales de música. (San Carlo)
Rossini se quedó en Nápoles entre 1815 y 1822; y escribió
.
1-Elisabetta, regina d'Inghilterra
2-Otello,
3-Mosè in Egitto,
4- Ermione,
5- La donna del lago,
6- Maometto secondo y otras 3 óperas más como, Armida, Ricciardo e Zoraide y Zelmira, último trabajo para el San Carlo.
1-Elisabetta, regina d'Inghilterra
2-Otello,
3-Mosè in Egitto,
4- Ermione,
5- La donna del lago,
6- Maometto secondo y otras 3 óperas más como, Armida, Ricciardo e Zoraide y Zelmira, último trabajo para el San Carlo.
Habiéndose marchado Rossini, Barbaja contrató a Gaetano
Donizetti, que vivió en la ciudad entre 1822 y 1838, período en el que compuso
dieciséis obras. Algunas de ellas son Bianca e Fernando, Maria Stuarda, la famosísima Lucía de Lammermoor, y Roberto Devereux; Incluso después de
los tiempos de Barbaja estrenó allí, 5- Caterina
Cornaro, y el estreno en Italia de 6- Poliuto
luego de su estreno en París. Pocos años
después de la partida de Donizetti, Barbaja quiso contratar a Vincenzo Bellini,
pero éste prefirió irse a la Scala de Milán.
Gaetano Donizetti
Giuseppe Verdi luego de sus primeros éxitos en Milán
reservó para su primera colaboración con el San Carlo en 1945 su desafortunada Alzira,
que solo tuvo cuatro funciones más aparte del estreno. En la temporada de 1849 estrenará Luisa Miller, esta vez con un
significativo éxito. Pero los grandes trabajos estarán reservados para otros
teatros.
Aunque después de la caída del Reino de las Dos Sicilias
el Teatro de San Carlos empezó a declinar, la gloria de esta iniciativa
teatral, sigue iluminando la historia de la música y de la cultura napolitana
e italiana.
En los últimos años el teatro volvió a tener una intensa actividad basada en la recuperación de óperas bufas del siglo XVII y XVIII de la escuela napolitana. Es por eso que se presentan grandes obras antiguas como las de Pergolesi, Niccolò Jommelli, o Paisiello.
Milán
Teatro alla Scala
En los últimos años el teatro volvió a tener una intensa actividad basada en la recuperación de óperas bufas del siglo XVII y XVIII de la escuela napolitana. Es por eso que se presentan grandes obras antiguas como las de Pergolesi, Niccolò Jommelli, o Paisiello.
Teatro alla Scala
Los orígenes de esta célebre institución italiana se remontan
al último cuarto del siglo XVIII, época en que la región lombarda se hallaba
incorporada territorialmente al dominio del reino austríaco. En un solar que
estaba ocupado por una iglesia puesta bajo la advocación de Santa María alla
Scala se construye un primer teatro llamado Regio Ducale que abrió sus puertas
en 1717 alternando las sesiones de ópera del setecientos, con las de ballet y
prosa hasta que en 1776 es consumido por las llamas. Los noventa dueños de los
palcos del teatro le pidieron al archiduque Fernando de Austria la construcción
de un nuevo teatro. La elección recayó en el arquitecto Giuseppe Piermarini (1734-1808) un nombre significativo en la
arquitectura lombarda del siglo XVIII.
Piermarini, que venía de trabajar más de ocho años en
Roma, se radicó en Milán a partir de 1769. Al año siguiente obtuvo el
nombramiento de arquitecto imperial concedido por la emperatriz Maria Teresa de Austria.
Piermarini dotó a la ciudad de Milán de numerosos trabajos
entre palacios y villas por lo que fue seleccionado para diseñar el nuevo
teatro, pero la obra no se hubiese llevado a cabo sin el compromiso personal de la
emperatriz Maria Teresa, verdadera impulsora
de la construcción del nuevo teatro.
El estilo es de una clara orientación neoclásica mesurada, gustosa de la
sobriedad en el detalle y el uso siempre moderado de la escala, rehusando a
toda grandilocuencia expresiva. El Teatro alla Scala resulto indudablemente, su
obra maestra. La trascendencia internacional de este ente lírico le prodigó
a Piermarini,parecida celebridad como la que Garnier obtendría posteriormente,
merced a su realización de la Opera de París.
El Teatro alla Scala fue inaugurado, luego de dos años de
trabajos de obra, el 3 de agosto de 1778, con el nombre de Nuovo Regio Ducal
Teatro alla Scala, con la ópera L'Europa riconosciuta de Salieri.
El inmueble tiene una planta rectangular, cubriendo un área de 3.600 metros cuadrados. Observemos la planta en herradura de su sala cuya curva fue modelo señero para muchas obras posteriores y la sección del mismo con los espacios destinados al acceso del público, relativamente pequeños en proporción a la sala de seis niveles u órdenes y el espacio del escenario. De esta observación podemos deducir que tal como se verifica en la mayoría de los teatros italianos construidos en esta época, se dedicaba el espacio, casi exclusivamente para el cometido principal del edificio: el espectáculo público.
Fachada
El edificio se presenta exteriormente con una fachada de
tres órdenes.
El inferior ofrece un pórtico de acceso - que es a la vez
pasaje de carruajes - con solidas pilastras formando tres arcos de medio punto. Para el tratamiento externo de esta
zona de la fachada, el arquitecto ha preferido el almohadillado como modo de acentuar
la solidez y severidad del piso bajo. El orden siguiente corresponde al piso noble, que contiene el ridotto o foyer principal. Columnas y
pilastras apareadas y adosadas establecen una sucesión rítmica flanqueando las
ventanas, que llevan sobre sus dinteles, sencillos frontones triangulares. Luego
de una importante cornisa que establece una división de plantas, sobreviene un
tercero y último orden, de menores proporciones rematado por un ático en el que
aparece un frontón central y balaustradas laterales.
En el tratamiento del frente se advierte la sobriedad, la
preferencia por las superficies lisas y la proporción contenida.
El
interior resulta el verdadero atractivo de la Scala y demuestra
en sus detalles la sobriedad estilística y la justa proporción. El alzado interno comprende 6
órdenes de palcos. Los dos últimos, con el tiempo, fueron transformados en
galerías.
El color de la sala es claro y luminoso, con muy
equilibrados ornamentos en dorado.
El diseño de su disposición interior está sujeto a las condiciones
sociales de la época, que se refleja en la estricta división de los palcos, concebidos como
unidades independientes, separadas por rítmicas columnas y entrepaños.
Trayectoria lírica
A partir de la inauguración del teatro se incorporaron al
repertorio obras de autores ya olvidados
como Mortellani, Anfossi, Guglielmini, junto a otros que forman parte de
nuestra tradición como Cimarosa, Cherubini, Paisiello que ya nombramos al
hablar del teatro de Napoles, junto a la figura de Simon Mayr, compositor de origen bávaro que desarrolló gran parte
de su vida creativa en Italia (Bergamo), sus más de 60 óperas han sido
olvidadas pero siempre será recordado por su alumno más brillante: Gaetano
Donizetti.
Simon Mayr
Los primeros años del ochocientos significaron un empuje
apreciable para el teatro de Milán al vincularse al mismo la figura de Gioacchino
Rossini quien da a conocer La pietra del paragone en 1812
constituyéndose en un gran éxito que alcanzo las 53 representaciones en la
primera temporada, y continua afianzándose al ofrecer al año siguiente Aureliano in Palmira al siguiente Il turco in Italia, en 1817 La gazza ladra y dos años después,
Bianca e Faliero.
Gaetano
Donizetti y Vincenzo Bellini
vienen a señalar momentos de verdadera gloria para el teatro milanés. Ambos
músicos rivalizaban sin tregua con cada presentación de nuevos trabajos.
Donizetti que mantuvo relaciones algo
tensas con la dirección de la escala, presentó como estreno absoluto Chiara e Serafina en 1822, Ugo
conte di Parigi en 1832, Lucrecia Borgia
en 1833, Gemma di Vergy en 1834, Gianni di Parigi en 1839 y Maria Padilla en 1841.
Por
su parte Bellini reservó para su
estreno absoluto en la Scala Il Pirata
en 1827, La straniera en 1829 y su
inmortal Norma en 1831,
protagonizada por la renombrada cantante Giuditta
Pasta.
Giuditta Pasta en Norma
El decenio siguiente significo la entrada al repertorio
de la Scala de Giuseppe Verdi quien
precisamente se da a conocer como autor con su primer título: Oberto conte di San Bonifacio, a la que siguió al año siguiente Un giorno di regno y dos años más tarde
en 1842 el estreno de Nabuco, su
primer gran éxito operístico, desatando el fervor patriótico y la adoración del
público. En 1843 otro de sus trabajos I
Lombardi y un par de años después Giovanna
d´Arco. Es evidente que los primeros grandes éxitos del maestro están
unidos al escenario de la Scala, pero luego de desavenencias con la dirección
se alejó por varios años.
Ya maduro se produjo su retorno con las revisiones de: La forza del destino, de Simón
Boccanegra y de Don Carlos en la
traducción italiana de su original francés, entre los años 1869, 1881 y 1884 respectivamente.
Todavía la Scala será el escenario de los rutilantes estrenos de las dos últimas
obras de Verdi: en 1887 Otello con
la dirección de Franco Faccio y un cuadro de intérpretes de primerísimo orden
encabezado por el tenor Francesco Tamagno y el barítono Victor Maurel y por último,
cuando ya era octogenario, en 1893 Falstaff, protagonizada por Victor Maurel.
Giuseppe Verdi fotografiado frente a la Scala en 1893
También se presentaron otras obras destinadas a ocupar un
lugar destacado en la historia de la ópera. En 1868 subió a escena Mefistófeles de Arrigo Boito y La Gioconda
de Amilcare Ponchieli en 1876.
La escuela verista
también estuvo representada por Giacomo
Puccini con el estreno de su segunda opera, Edgard en 1889 y varios años más tarde con Madama Butterfly protagonizada por Rosina Storchio y finalmente la
obra póstuma de Puccini, Turandot subió
a la escena de la Scalla en 1926 con la dirección de Arturo Toscanini y los cantantes Rosa Raisa y Miguel Fleta.
Después de la inauguración del teatro de la Scala en 1778
y en el transcurso de los 165 años subsiguientes hasta 1943, la Scala fue
sometida a diversos trabajos de mantenimiento que no modificaron su estructura
original.
Por ejemplo:
En 1821, se colocó "la grande Lumiera" del
centro de la sala, con 84 lámparas Argand.
En 1860 se adoptó la iluminación a gas
En 1883-1884 la luz eléctrica.
Y también hubo modificaciones en los salones y el
escenario pero la sala se mantuvo sin modificaciones importantes, en cambio, la
noche del 15 de agosto de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de
Milán sufrió un terrible bombardeo por parte de la aviación inglesa, y el
Teatro fue también golpeado duramente, tanto que la sala quedó seriamente afectada. Se destruyó
completamente el techo, parte de la sala y partes anexas del edificio. Únicamente al terminar la guerra (mayo de
1945) se pudo pensar en reconstruir el Teatro, que siempre fue uno de los
símbolos de Milán. Los trabajos se realizaron con apuro y dedicación, y fueron
dirigidos por el arquitecto Luis Lorenzo
Secchi, quien finalizó con la reconstrucción en abril de 1946.
Bombardeo del 15 de agosto de 1943
El teatro
fue reinaugurado el 11 de mayo de 1946
con un concierto dirigido por Arturo
Toscanini
Un hecho significativo de los años 50 del siglo XX fue la
reexhumación de óperas del ochocientos que habían sido olvidadas, varias de
ellas contaron con la colaboración de María Callas, figura favorita del teatro
milanés durante toda la década del 50. De este modo se volvieron a ver en
1953 la Medea (1797) de Luigi Cherubini (1760-1842), que había
sido estrenada (estreno italiano) en la Scalla en 1909.
1954
La Vestale (1807) de Gaspare Spontini
(1774-1851), con la dirección escénica de Luchino Visconti. Maria Callas había
trabado amistad con el director teatral y cinematográfico Luchino Visconti, al poco tiempo lo presenta a la dirección del teatro y de este modo se produce el debut,
como director de escena en una ópera, de Visconti. Con La Vestale, se inicia una colaboración fructífera y que hará historia. La colaboración entre la gran artista que era la Callas y el gran talento teatral de Visconti, brindaron al publico de la Scala títulos tales como, la recordada Traviata
de 1955, uno de sus espectáculos más aplaudidos.
Visconti da indicaciones a Callas
en un ensayo de La Vestale
A lo largo de la historia del teatro alla Scala han
desfilado los más grandes cantantes, para no abundar en nombres, de los
antiguos podemos señalar al tenor Rubini
o Adelina Patti, La Patti como se la
conocía, o a nuestro Julian Gayarre y
ya en el siglo XX a Tita Ruffo, Caruso
o Gigli y después de la guerra, a
la ya nombrada Callas y Renata Tebaldi, a la que el gran
director Arturo Toscanini calificó
como la poseedora de una voz de ángel o a Mario del
Monaco, Franco Corelli y Giuseppe di Stefano, maravillosos
tenores que han ocupado los primeros lugares en las décadas de los 40 a los 60 . Del Monaco encarnó como pocos el papel
del moro de Venecia, del Otello de Verdi, brillando
junto a la Tebaldi. Imposible no recordar a di Stefano como el compañero inseparable de la Callas y en tiempos más cercanos señalaremos a cuatro tenores que fueron los más celebres
de nuestro tiempo: Luciano Pavarotti,
Alfredo Kraus, Plácido Domingo y José Carreras.
En la Scala no han faltado escándalos con pitadas
incluidas, todavía está fresco el recuerdo del famoso desplante protagonizado en
el 2006 por el tenor Roberto Alagna que abandonó la escena después de recibir
una pitada al finalizar el aria Celeste Aida de la opera homónima.
Aquel fue un enésimo escándalo provocado por el
Loggione de La Scala que se nutre de esos exigentes
aficionados operísticos para alimentar su fama de temible, pero que
para uno de los 'divos' de la opera actual como Alagna fue un verdadero
trauma.
Aida 2006
En esta ocasión el proyecto de restauración fue
diseñado por el arquitecto Mario Botta. La restauración fue controvertida
porque los que velaban por la preservación del teatro temían que se perdieran
los detalles históricos. La decisión más controvertida fue demoler toda el área
posterior al escenario para crear una zona de servicio «moderna y funcional,
digna de uno de los más importantes teatros del mundo», como se argumentó. En
el edificio anexo se instalaron mejores espacios para los artistas y salas de
ensayo y en la planta baja del mismo anexo se instaló el museo de la Scala.
El
paralelepípedo que forma el área técnica del escenario se eleva 56m, superando
apenas la altura máxima del antiguo tejado que remataba el volumen sobre el
escenario.
Ha sido una intervención drástica en pro de la
modernización de las entrañas del teatro que es una verdadera institución
artística de Italia.
En
cambio, la filosofía que ha guiado la reestructuración de la sala del teatro ha
sido devolver a La Scala el esplendor originario y eliminar todas las
modificaciones posteriores. Se han eliminado alfombras y pinturas que ocultaban
el mármol originario y, cuando ha sido posible, se han recuperado las decoraciones
del siglo XVIII de algunos palchi de
importancia histórica, como la barcaccia del virrey de un maravilloso
color azul celeste.
También
los salones volvieron a su aspecto original. Se
considera que la compañía quedó satisfecha e impresionada con la calidad del trabajo
y las mejoras en la estructura. Los asientos fueron equipados con monitores
donde se presenta el libreto en inglés, francés o italiano.
Para la reapertura del teatro se escogió la misma ópera
que se utilizó en su apertura, L'Europa riconosciuta de Salieri, todo un símbolo de la renovada continuidad de tan importante institución cultural.
Venecia
La
Fenice
Junto a la La Scala de Milán y al San Carlo de Nápoles,
La Fenice de Venecia podía ser considerado como uno de los pilares básicos de
la historia de la lírica. Frente estos, La Fenice guarda el legado de los
primeros teatros venecianos, como el San Benedetto, del que fue directo
sucesor.
Cena y baile en el San Benedetto
En 1774, el Teatro San Benedetto, con más de cuarenta
años de historia, fue destruido por un incendio. Poco después de su
reconstrucción surgió una disputa legal entre la compañía que lo administraba y
los propietarios, la familia Venier. La disputa fue ganada por la familia, por
lo que la compañía decidió construir por su cuenta un nuevo teatro en el Campo
San Fantin.
La compañía estaba formada por una sociedad de patricios
venecianos, propietarios de los palcos de aquel teatro.
Se abrió un concurso para la elección del proyecto, del
que salió vencedor el trabajo presentado
por el arquitecto Veneciano Giannantonio
Selva (1753-1819). En el término de dos años el edificio se completó. El
nuevo teatro fue nombrado La Fenice
para honrar el resurgimiento de la compañía, primero de sus cenizas, y luego de
su mudanza. La Fenice se inauguró el 16
de mayo de 1792 con la presentación de Los
Juegos de Agrigento de Giovanni
Paisiello.
El teatro La Fenice presenta una planta irregular como consecuencia de
la forma accidentada del predio como todos en esta ciudad donde las formas
caprichosas de los canales así lo determinan. De modo que el edificio, está
dividido en dos volúmenes principales: la zona de acceso y salones en el más
pequeño y la sala con el escenario en el cuerpo mayor. También cuenta con un
acceso desde el canal a la zona trasera del escenario.
El edificio esta claramente dividido en dos volúmenes de diferente tamaño, por un lado vemos el volumen menor
con el acceso y los salones y escaleras de circulación del público y en el
volumen mayor la sala y el escenario.
La fachada trasunta simplicidad y ofrece dos órdenes
o niveles, con un sencillo enmarque de cuatro columnas corintias en el portal
de acceso y sobre él, un balcón con balaustrada y enmarcado por dos hornacinas
la inscripción de la fecha de apertura. Todo está coronado de la manera más
sencilla: una simple cornisa recta. La fachada posterior da acceso a la
tramolla del escenario desde un canal.
Fachada principal
El atractivo mayor del teatro no está por cierto en ese
sector sino en el exquisito refinamiento de su sala, atípicamente
settecentesca, en donde el diseñador experimentó un tipo de curva dentro de la
forma de herradura, cuyo trazado fue de óptimos resultados. Hacia la zona
media se encuentra emplazado el delicado palco de honor y en total
presenta 5 niveles, en principio de
palcos solamente, sin galerías populares, y luego los dos últimos niveles se
transformaron en galerías. La clásica separación entre palcos con ligeras
columnas se mantiene acusada, como lo vimos en el San Carlo de Nápoles y en
Milán.
Es en el carácter decorativo, donde tal vez radica el
mayor encanto de este teatro, por la sutileza y finura de su tratamiento,
aunque podemos considerarlo en un punto límite del exceso.
Su definitivo aspecto arquitectónico, es una consecuencia
de las diversas modificaciones y de las obligadas transformaciones producidas
por el incendio de 1836, que requirió la reconstrucción casi completa de la
sala. Reconstrucción en general respetuosa del proyecto original, pero agregando dos
accesos al patio de butacas, modificaciones en el escenario, la decoración de la sala, incluyendo la habilitación de las dos galerías altas.
La reapertura luego del siniestro de 1836 se produjo en
el término de un año, integrando el cartel del teatro con nuevas producciones
como Rosamunda in Ravenna de Giuseppe
Lillo ofrecida a fines de 1837,
Maria di Rudenz de Donizetti y Le illustri rivali de Mercadante,
a principios del año siguiente.
En el profuso historial del teatro desde su inauguración
en 1792 encontramos la obra de Paisiello
Los juegos de Agrigento, o las de Simon
Mayr, que presentó sus óperas Saffo
en 1794 y dos años después Lodoiska o Domenico Cimarosa con Gli
orazi e i curiazi en 1796 y Artemisia ofrecida en 1801.
Rossini acapara los años iniciales del siglo XIX
estrenando en La Fenice Tancredi en 1813, Segismondo en 1815 y Semiramis en 1823. Un año más
tarde Meyerbeer daba a conocer Il crociato in Egitto y Vincenzo Bellini estrenaba 1830
I capuletti e i montecchi en
cuyo elenco participó Giuditta Grisi
y tres años después estrenaba Beatrice
di Tenda, protagonizada por La
Pasta.
En el periodo posterior a su reconstrucción (1836), el
Teatro La Fenice alcanzó un sitial de importancia entre los coliseos
operísticos europeos, por el empuje que la figura de Gisueppe Verdi le supo infundir con la presentación en carácter de
estreno mundial de algunos de sus más trascendentes títulos compuestos para el
teatro musical. En 1844 Ernani, con libreto de Francesco
Maria Piave sobre un drama de Victor Hugo, a la que siguió en 1846 Attila y en 1851 Rigoletto, también con libreto de Francesco Maria Piave,
sobre el drama El rey se divierte de
Victor Hugo, contando con muy aclamados intérpretes. No corrió la misma suerte su siguiente estreno: La Traviata de 1853 que no gustó en las primeras representaciones. Luego Verdi la
presentaría con algunos retoques y fundamentalmente, con una intérprete más
convincente para el público y por supuesto que La Traviata, se convertiría en una de sus trabajos más aclamados.
Verdi completaría sus novedades para este teatro con el estreno de Simon Boccanegra que en años posteriores revisaría reestrenándola
en la Scala como ya les he comentado.
Ya en tiempos de posguerra se estrena The rake´s progress de Igor Stravinsky en 1951, también
se estrena The turn of the screw de Benjamin Britten en 1954 basado en la novela
homónima de Henry James. La ópera fue compuesta para la Bienal
de Venecia, también se llevó a
cabo la primera realización escénica de El
ángel de fuego de Sergei Prokofiev
en 1955. Otro acontecimiento que podemos destacar es la primera versión en
Italia del ciclo completo El Anillo del Nibelungo de Wagner durante la
temporada 1956-1957 con el montaje presentado en Bayreuth por los nietos del
compositor, Wieland y Wolfgang Wagner y una gran serie de estrenos de obras contemporáneas
y redescubrimientos de óperas olvidadas de la era del belcanto a cargo de las
más renombradas voces de las últimas décadas del siglo XX.
Restos todavía humeantes de La Fenice
Pero el teatro deberá hacer honor a su nombre y volver a
renacer de sus cenizas después que el 29
de enero de 1996 otro incendio destruyó completamente el teatro. Se
descubrió que el incendio fue provocado por dos electricistas que tenían
problemas contractuales con la compañía. Los trabajos de reconstrucción se
iniciaron en 2001 y culminaron D82 con la reapertura del teatro el 14 de
diciembre de 2003,
con un concierto inaugural con obras de Beethoven, Wagner y
Stravinski. La reconstrucción de
la Fenice tiene algo de demencial, porque se han querido rehacer los más
mínimos detalles, pero también constituye una gesta artesanal.
El resultado es un desafío de 90 millones de euros que ha
reunido a genios de cada disciplina. El escenógrafo napolitano Mauro Carosi ha
redibujado cada hoja de acanto siguiendo los álbumes de fotos de cada abuela
veneciana y, sobre todo, con la preciosa ayuda de la película Senso, de Luchino
Visconti, cuya escena inicial transcurre en el teatro. Una treintena de
maestros vidrieros ha fabricado 1.026 lámparas y cristales. El último miembro
de la familia Rubelli, sastres de la Fenice, encontró en un armario una muestra
de tela de su abuelo con el color exacto de las butacas. El técnico Jurgen
Reinhold se ha pasado las noches haciendo pruebas de sonido. “Como no hay
tráfico el silencio es único” y el desafío muy grande pues la acústica de la
sala, antes del incendio era considerada como magnifica.
El comienzo de la película de Visconti Senso, es un resumen de la gloriosa época en que Verdi encendía los corazones italianos de fervor patriótico. Tiempos y gestas que resonaron en las antiguas paredes de La fenice, cuyas imágenes sirvieron de documento para la reconstrucción de la decoración de la sala, hasta en los más mínimos detalles. Ver enlace: