El teatro
Real bajo la nueva dirección de Juan
Mataboch nos trae algunos espectáculos que antes pudieron verse en El Liceu, institución
de la que fue rector. Entre estos buenos espectculos está la Fille du régimen(1840) de Gaetano
Donizetti.
La puesta
en escena es la que se viera primero en Viena y luego, Metropolitan y
Covent Garden, del inefable Laurent
Pelly. Un delirio para una burbuja de chapan como es la obra de Donizetti.
También se logró una gran expectativa por la presencia del tenor mejicano Javier Camarena que viene de reemplazar
a Juan Diego Flórez precisamente en el rol de Tonio, con un éxito espectacular
y el bisado del aria de los 9 does, en el mismo Metropolitan de N.Y.
Personalmente
mi mayor expectativa estaba en escuchar por primera vez en vivo a la genial y
única Ewa Podles.
Pues las
expectativas fueron satisfechas en su totalidad, incluso las críticas que se le
hicieron en los periódicos a la protagonista, otra polaca, Aleksandra Kurzak, me parecieron equivocadas pues su canto fue
impecable y construyó un personaje encantador. No se debe comparar con la
locura desenfadada y arrolladora de Natalie Dessay, que en un principio estaba
en esta producción hasta que por razones que no conozco se retiró.
El mejicano
lució unos agudos firmes, colocados con absoluta comodidad, su línea de canto
es buena, sin la personalidad de Flórez pero con un caudal y un brillo, sobre
todo en la zona aguda que produce verdadero placer oírlo. Lo que verdaderamente
se extraña es la figura de Flórez pues este es un tanto achaparrado.
El
simpático Sulpice estuvo en manos del barítono Pietro Spagnolli, que hizo el Fígaro del barbero de Rossini junto a
María Bayo y Juan Diego Flórez, hace unos años en el Real. Una vez más demostró
sus cualidades vocales y encanto personal.
Todo el
espectáculo salió redondo, alcanzando ese equilibrio entre las cualidades
musicales y canoras y las actuaciones perfectamente controladas por Pelly
con Bruno Campanella desde el podio.
Dejo para
el final mí ansiado encuentro con la Podles, pues, si bien tiene poco que
cantar en esta ópera fue suficiente para medir su registro de contralto autentica,
tan pocas veces escuchado, en algunos pasajes sonaba como un barítono. Pero no
acaba allí, sino que también es una actriz que se mueve en el escenario con tal
autoridad que en las escenas en las que está presente parece ocupar todo el
espacio. Se podría decir que no actuaba, ella era esa vieja marquesa un tanto
decadente, picara y de buen corazón. Recibió un lluvia de bravos que me
demostraron que no era el único en la sala que tenía esa sensación de estar
frente a una autentica figura de esas que aparecen muy de cuando en cuando.
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